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La grandísima trinidad del sionismo imperial

La grandísima trinidad del sionismo imperial

Por Rubén Ramos - Rebelión, 26-8-15

Gracias a Wikileaks se han ido conociendo los documentos originales sobre los tres “Tratados” que conforman “La Trinidad” para el nuevo orden mundial neoliberal. Estos “Tratados”, están siendo “arreglados en secreto”, por los “lobistas” de las élites financieras y de la industria bélica del sionismo internacional con determinadas instancias de gobierno de los países implicados.

Dejan patente la nueva estrategia para detener el desmoronamiento del orden neoliberal que aún hegemoniza Estados Unidos, otorgándoles a las transnacionales la soberanía “de facto” de los Estados nacionales y la capacidad de decisión en todos los órdenes de la vida económica, social, política e ideológica; la investigación, la ciencia, la tecnología y la cultura.

Ya moribunda, la Organización Mundial de Comercio (OMC), las mismas élites industrial-financieras, que le dieron nacimiento, ahora apuran su muerte. Este sería el nuevo milagro que se propondrían alcanzar los “Tratados” de la grandísima “Trinidad”: El Trans-Pacific Partnership (TPP), o Acuerdo de Asociación Trans-Pacífico (en español); el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), o Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión; el Trade in Services Agreement (TiSA), o Acuerdo sobre el Comercio de Servicios.

Aquí no pretendo ningún descubrimiento sino divulgar algunos de los alcances de esta nueva estrategia de agresión al mundo por las grandes transnacionales de la banca, la industria, el comercio, los servicios y la ingeniería bélica.

Considero que los medios -no decadentes- tienen una responsabilidad ineludible en dar a conocer lo que el sionismo imperial quiere hacer del mundo, mientras pretende sorprendernos con “acercamientos diplomáticos” (Cuba); “diálogos para la paz” (Colombia); “acuerdo 5+1” (Irán); “sanciones” (Rusia), “Estado Islámico” (Oriente Medio), y otras argucias manipuladoras. Si no, pregúntese: ¿Y el bloqueo y Guantánamo? ¿Y las nueve bases militares estadounidenses en territorio colombiano para cercar a Venezuela y Ecuador? ¿Y el arsenal nuclear israelí? ¿Y el cerco de la OTAN y los misiles apuntando a Rusia? ¿Y la alianza sionista israelí-saudí takfirista?

Sin importar lo que el senado estadounidense haya votado (entre demócratas y republicanos) con relación al TPP, o las reacciones que se hayan producido en los 28 países de la Unión Europea con relación a TTIP, lo real es que las previsiones (o mejor aún, las agresiones) de uno y otro “Tratados”, así como del TiSA, están en plena ejecución. Y es que, como la historia acredita, lo que digan los poderes públicos importa poco frente a las decisiones de las élites del poder económico y militar. Las protestas son, apenas, ecos. En la irracionalidad del libre mercado lo que cuenta no son los poderes del Estado sino el poder de la empresa privada. Lo que aquellos digan o hagan, siendo funcional, sólo sirve para “divertir” a la opinión pública.

El grado de conocimiento de los objetivos y alcances de los “Tratados” es escaso entre el común de la gente. Esta vive pendiente de su sobrevivencia. Los periodistas y “analistas” de los medios noticiosos de todo tipo no saben de su existencia o se limitan a repetir lo que tergiversan los cables de las transnacionales de la información. Es cierto que el “secretismo” influye mucho. Los gobiernos implicados están obligados a mantenerse al margen de los “arreglos”.

En un artículo anterior dije que los “Tratados” no los propone ningún presidente ni se discuten en los parlamentos. Mucho menos se ponen en conocimiento de la población. Se “arreglan” entre los “lobistas” de las grandes empresas, los representantes de la institucionalidad financiera de la ONU (FMI y BM); de la OEA (BID); del aparato de espionaje del Departamento de Estado de EEUU (USAID); de los Bancos Centrales; de la institucionalidad militar euro-norteamericana (OTAN- Comandos Combatientes Unificados Estadounidenses); con los Ministros de Defensa y Primeros Ministros de los países firmantes que han sido designados, para esos cargos, por esas instituciones, en mérito a su incondicionalidad con el gobierno de EEUU.

Nada parece detener a EEUU en su esquizofrénico afán por restablecer su hegemonía perdida. Los tratados de la “Trinidad” tratan de frenar la posibilidad de un nuevo orden mundial multipolar. Esto implica cercar a Rusia, destruir Irán, aislar a China, acabar con el BRICS y con la Cooperación de Shangai. En América latina, el objetivo es terminar con el avance revolucionario de los pueblos y gobiernos que integran el ALBA. Para esto, EEUU ha logrado aliarse con el enemigo (Cuba) para derrotar a los otros enemigos: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua. De paso, también a los otros: Argentina, El Salvador, Brasil. Así se acaba PetroCaribe, el Mercosur, la CELAC.

El grado de desconocimiento (o de ocultamiento) de este contexto, entre quienes fungen de “analistas”, “políticos”, “candidatos”, “académicos”, “investigadores” es preocupante, cuando no, lamentable. Cuánto más, cuando ese desconocimiento se evidencia en la prensa de los países donde ocurren procesos de transformación social. Aquí hace falta información clara y contundente. Ocasionalmente se da alguna noticia. Pero las noticias sirven para enterarse. No informan. Para esto están, o deberían estar, los espacios de análisis y comentarios.

El TPP

El Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) es una iniciativa desarrollada por doce Estados miembros del Foro de Cooperación Económica Asia- Pacífico (APEC): Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam. Constituye la base y el medio para una futura Área de Libre Comercio del Asia Pacífico (FTAAP) que beneficiará, fundamentalmente, a las economías desarrolladas que integran el “arreglo” a través de la neocolonización de las menos desarrolladas de América latina (Chile, Perú, México, Colombia) y del Asia (Brunei, Malasia, Singapur, VietNam).

El “cuento” es el de servir para el crecimiento económico, el desarrollo y la generación de empleo, como si las diferencias entre países industrializados y países primarios exportadores no existieran; y, asumiendo, la inmutabilidad de esta desigualdad. El TPP, han dicho los especialistas, es hoy, el “arreglo” de negociación plurilateral más ambicioso y amplio entre países de tres continentes (América, Asia y Oceanía), bajo la hegemonía de los EEUU.

Entre los “capítulos”, cuya imposición se viene “arreglando” en secreto, figuran: Acceso libre a mercados de materias primas, de servicios y otros; reglas o normas de origen; procedimientos aduaneros; medidas sanitarias y fitosanitarias; obstáculos técnicos al comercio; contratación pública; propiedad intelectual; defensa comercial; políticas de competencia; comercio transfronterizo de servicios; servicios financieros; entrada temporal de personas de negocios; telecomunicaciones; comercio electrónico; inversiones; fauna silvestre; medio ambiente; flexibilización laboral; cooperación; coherencia regulatoria; pequeñas y medianas empresas; competitividad; desarrollo; asuntos institucionales y solución de controversias.

Sobre nada de este listado tienen ni podrán tener capacidad alguna de decisión los Estados firmantes del “Tratado” o mal llamado “Acuerdo” (en español). Se trata de cuestiones que ya están siendo directamente controladas por las grandes empresas transnacionales que operan en esos Estados. En América del Sur son los de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México). También Uruguay, Paraguay, Honduras, Costa Rica, Guatemala, Panamá. Todos los del Caribe (incluyendo la “oveja descarriada” vuelta recientemente al redil).

La subida del dólar; las devaluaciones de las monedas nacionales para favorecer a las empresas exportadoras extranjeras que explotan nuestros recursos; el encarecimiento de los alimentos y servicios básicos; la caída del empleo; la precariedad de la seguridad social; la desenfrenada privatización de la educación, la salud, el agua, la energía eléctrica, los puertos, aeropuertos, pistas y carreteras, son algunas de las expresiones tangibles de lo que implica el “Acuerdo de Asociación Transpacífico”. Esto es, el “acuerdo de asociación”, público-privada, sin fronteras, entre gobiernos entreguistas y genuflexos con las transnacionales de Asia (Japón, Corea del Sur) de Oceanía (Australia), de Norteamérica (Canadá y EEUU). Según lo “arreglado”, los gobiernos de los países firmantes están obligados a inhibirse de legislar sobre políticas sociales, sin antes recibir la aprobación de los empresarios, debido a que sus intereses pudieran verse afectados.

El TTIP

La Asociación Transat­lántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), es el “arreglo” que compromete a los 28 Estados de la Unión Europea (UE), con EEUU. Busca facilitar la exportación, la importación y la inversión; el acceso al mercado estadounidense; los derechos de aduana; las normas de origen; la cooperación reglamentaria para reducir costos y burocracia; abatir los obstáculos técnicos al comercio; reglamentar las medidas sanitarias y fitosanitarias.

Queda claro que de lo que se trata es de recuperar el espacio que las empresas estadounidenses han estado perdiendo en Europa frente al avance de las alemanas y francesas, principalmente. Pero hay otras variables igualmente importantes: Una de estas es la creciente deuda de los países de la UE y del euro frente al dólar. Otra, tiene que ver con la creciente presencia rusa y china en los mercados energético y de mercancías de occidente. No hay que olvidar que el conflicto en Ucrania lo genera EEUU como parte de una estrategia para frenar la expansión chino-rusa en Europa y para asegurar la alianza entre sus transnacionales y los multimillonarios empresarios de Kiev. La cuestión de Oriente Medio y el rescate de la hegemonía sobre los recursos energéticos del área, frente a China y Rusia, es también una variable a tenerse en cuenta. Ciertamente, las respuestas de estos dos gigantes no se han hecho esperar. Rusia ha redefinido su estructura productiva y sus mercados de exportación-importación y China ha producido una conmoción en los mercados mundiales con la devaluación del Yen. Todo parece anunciar que empezamos a enfrentar una “guerra de divisas”.

Pero lo que hay dejar claro es que el TTIP, como el TTP que ya vimos y el TiSA que veremos más adelante, no escapan a una perspectiva estratégica de recuperación del liderazgo estadounidense venido a menos en Asia, Oceanía, Europa, América latina y el Caribe. Esto es importante tener en cuenta. Las élites del poder imperial (y no Obama o cualquier otro mequetrefe) vuelven a retomar el sentido del “Destino Manifiesto”. La entidad adecuada para reemplazar a los gobiernos en este cometido, es el “poder privado”, como dijera David Rockefeller.

El poder de los bancos y la doctrina financiarizadora para “sustituir la autodeterminación nacional, que se ha practicado durante siglos en el pasado, por la soberanía de una elite de técnicos y de financieros mundiales”, es el imperativo de hoy.

Los “Tratados” de la “Trinidad” están orientados a producir la “gran crisis que hará posible la transformación global con la instauración de un nuevo orden mundial que todas las naciones aceptarán”. Lo anticipó el mismo Rockefeller. Creador del Club de Bilderberg, donde las élites del “poder privado” deciden el destino del mundo; de La Trilateral para fomentar la cooperación económico-militar entre EEUU, Japón y Europa; del Club de Roma, la institución promotora del neomalthusianismo en el mundo. Mentor de los servicios de inteligencia del sionismo internacional (CIA e Interpol Estadounidenses, M16 Inglés, MOSSAD Israelí), entre otros “aportes” al orden mundial del “poder privado”.

Algunos “arreglos” del TTIP

Uno de los “arreglos” más polémicos del TTIP es la cláusula de protección de inversiones denominada ISDS (Investor-State Dispute Settlement), que permite a las multinacionales demandar por cifras millonarias a los Estados donde realicen sus inversiones cuando éstas no produzcan los beneficios esperados por posibles cambios normativos que sus gobiernos decidan introducir.

Las demandas se ejecutan ante arbitrajes internacionales controlados por las mismas multinacionales, y no ante instancias nacionales. Sólo pueden demandar las empresas, nunca los Estados, y los laudos (resoluciones que dicta el árbitro) son irrevocables.

Los otros grandes beneficiarios con estas demandas, que pueden prolongarse por años, serán las empresas norteamericanas, británicas y canadienses “expertas” en arbitrajes amañados. Las “demandas” son así un lucrativo negocio adicional de los mismos monopolios.

Otro “arreglo” es el que anticipa el incremento de la deuda de los países europeos, tal cual la realidad muestra cada día para el caso de España, Portugal, Italia, Francia, y, ni qué decir de Grecia. Esto debido a la disminución de la capacidad adquisitiva de las familias y los cada vez más deficitarios ingresos de los Estados. Lo que obliga a recurrir a préstamos. Esto es, a más deuda. Paralelamente, se cierne la amenaza de los despidos masivos. Un estudio del norteamericano Jeronim Capaldo, prevé que se destruirán más de 600 mil empleos en diez años.

Los adláteres de los “arreglos” que implican el TTIP (como también el TTP y el TiSA), fieles a su auto-convencimiento de que la inversión extranjera es fuente de trabajo e ingresos, insisten en este mito. Lo cierto es que los tres “Tratados” que promueve EEUU para pretender restaurar su desmoronamiento, generan despidos masivos, precarización de los puestos de trabajo, cierre de empresas “no competitivas”. Para recordar, habría que decir que EEUU es el único Estado que no ha ratificado convenios fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) referidos a derechos laborales ni la Convención sobre libertad sindical y el derecho de negociación colectiva. Como muestra, un botón: Los Tratados de Libre Comercio (TLC) entre EEUU, Canadá y México han provocado la destrucción de puestos de trabajo. En México, dos millones de empleos en lo que va de su aplicación, por ser el eslabón más débil de la cadena comercial. España tiene casi el 50% de desocupación. El TTIP es un “arreglo” orientado a proteger la inversión meramente especulativa que no crea puestos de trabajo.

Otro experto ha indicado que la hiper-liberalización de capitales entre la UE y EEUU, significará la caída de las inversiones en los sectores productivos debido a la cada vez más escasa demanda en los hogares por la depresión de los salarios. Esto hará que las inversiones se orienten hacia los sectores más especulativos. (Alex Izurieta. UNCTAD).

Si uno piensa en lo que implica la financiarización de la economía, tanto lo previsto por Capaldo, en cuanto al incremento de los préstamos y más deuda, como lo anticipado por Izurieta, en lo que toca a la especulación, son los efectos esperados del TTIP en la perspectiva del nuevo orden mundial neoliberal que anunciara David Rockefeller. La nueva Trinidad busca reconfigurar el mapa de los bloques económicos existentes hasta hace poco.

Pero hay más. Los entendidos han anticipado que los beneficios para Europa en los terrenos de la energía y la industria manufacturera serán “limitados” e incluso negativos. En lo energético, Europa aumentará sus importaciones de petróleo y de gas de Estados Unidos provenientes del “fracking”. Esto descubre la intencionalidad geopolítica del “arreglo”: Disminuir la dependencia energética que la UE tiene de Rusia, para generar una mayor inestabilidad política en EuroAsia que beneficie a Estados Unidos. Adicionalmente, Europa se verá afectada por el problema medioambiental que acarreará, por un lado, las importaciones de petróleo y gas a través de buques; y, por otro, la implantación de plantas de procesamiento en la UE para los combustibles importados.

Por su parte, la eliminación o armonización de los reglamentos y normas, afectará los derechos sociales, laborales y ambientales, desarrollando marcos legales que beneficiarán a las transnacionales. Igual, en este caso, las empresas podrán reclamar a los Estados indemnizaciones ante tribunales de arbitraje internacionales cuando consideren que sus beneficios económicos o sus expectativas de ganancias se vean afectados por leyes o políticas que los países en los que han invertido se permitan hacer en los aspectos indicados.

Como dicen los entendidos: "Si no ganan lo que quieren, pueden demandar al Estado, en el que han invertido, ante tribunales de arbitraje privados e internacionales, compuestos por abogados de las mismas empresas”. De modo que si algún Estado legisla para prevenir que el consumo de tabaco puede producir cáncer, o que la adicción a los juegos cibernéticos puede producir daños cerebrales, o se atreve a incrementar los salarios mínimos, los inversores le caerán encima con el “peso de la ley” que ellos mismos han creado y administran. Egipto, México, Uruguay, Costa Rica, se cuentan entre los Estados que ya saben cómo se maneja la “racionalidad” de la justicia. Tal vez porque ésta nunca estuvo del lado de la razón.

El TTIP, como los otros “Tratados”, sitúa a la empresa transnacional por encima de la soberanía de los Estados, otorgándole la libertad de invalidar las decisiones de sus gobiernos y parlamentos. Los Estados implicados se inhiben de su función legisladora incluso tratándose de las llamadas “políticas sociales”.

Dicen los expertos, que el TTIP alienta la fuga de cerebros hacia Estados Unidos; erradica las tarifas comerciales; impone restricciones a las exportaciones europeas contradiciendo lo pregonado y afectando la competitividad y el mercado de trabajo; otorga una ilimitada protección a los inversores estadounidenses en el mundo.

Otro “arreglo” controvertido del TTIP es la creación del llamado Consejo de Cooperación Reguladora. Se trata de una “mesa” compartida entre multinacionales y Estados con carácter permanente y no temporal. Los entendidos han dicho que esto no es otra cosa que "la privatización de la política y de la ley, con otra ley". De un mecanismo a través del cual las empresas se arrogan el derecho de legislar en función de sus intereses. (Tom Kucharz).

El TTIP abre la puerta grande a los transgénicos y a los alimentos prohibidos en Europa: los pollos clorados, por ejemplo; o la carne de cerdos alimentados con Ractopamina, el aditivo químico usado en EEUU para el crecimiento de sus cerdos.

El TTIP ha generado en los países de Europa una fuerte ola de indignación y protestas. A nivel mundial ya van casi un millar de eventos que se han producido para exigir la paralización del “arreglo”, en casi un centenar de países. Y es que sus efectos no son posibilidades a futuro, sino realidades concretas en la vida diaria de los trabajadores, los desocupados, los jóvenes profesionales y no profesionales, las mujeres y de todo aquél que no pertenece a las burocracias doradas de sus Estados, a las ONGs vende-patria, o a ese reducido porcentaje de tecnócratas que medra de la riqueza de las élites del poder económico y financiero.

El TiSA

Está diseñado para que la inversión privada extranjera monopolice el comercio de servicios de 50 países con los que EEUU y la UE han venido firmando Tratados de Libre Comercio (TLC) durante los diez últimos años sin que sus habitantes sepan algo sobre su sentido y alcances. En cada uno de esos países se han habilitado mecanismos y formas para que sus gobernantes puedan, al margen de sus congresos o parlamentos, poner en marcha leyes que faciliten la inversión privada extranjera, euro-estadounidense, sin restricción alguna. Demás está decir que toda esta legislación viola la soberanía de los países, haciendo entrega de sus territorios y poniendo cualquier controversia que pudiera surgir fuera del alcance de las instituciones y las leyes nacionales.

El TiSA es el “Acuerdo” que resume la rapiña de los recursos de todo tipo y el monopolio de todos los servicios imaginables por las transnacionales de euro-estadounidenses-israelíes en el mundo. Como dice Alfredo Jalife-Rahme: “Lo que no controla Estados Unidos con sus dos tratados ominosos (TPP y TTIP) lo pretende conseguir mediante el financierismo global de su bancocracia con el TISA”. Los servicios que serán monopolizados son, entre otros, los turísticos, de salud y medio ambiente, de telecomunicaciones y comercio electrónico, financieros, seguros, transporte aéreo y marítimo, distribución y envíos, servicios profesionales, transparencia, movimientos de personas físicas, regulaciones nacionales internas, servicios postales universales…

Es importante tener en cuenta que el mercado de los servicios representa casi el 80% de las economías de Estados Unidos y de la UE en manos de grandes conglomerados transnacionales. Por el momento, los gobiernos implicados en la negociación secreta del TiSA son: Australia, Canadá, Chile, Colombia, Corea del Sur, Costa Rica, Estados Unidos, Hong Kong, Islandia, Israel, Japón, Liechtenstein, México, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú, Suiza, Taiwán, Turquía y la Comisión Europea, en representación de los 28 países miembros de la UE, pese a ser un organismo no electo por sufragio universal.

Entre los “socios” hay tres paraísos fiscales declarados, que participan activamente en la elaboración de los artículos, especialmente Suiza y Panamá. El otro es Liechtenstein.

Las naciones latinoamericanas que participan en el TiSA, son todas ellas fieles aliadas de EEUU como Colombia, México, Perú, Paraguay, Chile, Costa Rica y Panamá. No participan los países bolivarianos del ALBA, por razones obvias, y otros gobiernos de los que EEUU no se fía. Su “esperanza” está en volverlos a todos al redil. Para esto, como dije en un artículo anterior, ha puesto en práctica aquella máxima del maestro de la guerra (Sun Tzu): “Únete al enemigo para derrotar a tus enemigos”. La alusión que hago a Cuba respecto de los otros países que conforman el ALBA y a otros gobiernos cercanos a esta alianza, es clara.

No hay que perder de vista que de lo que trata el TiSA es de incorporar las economías de América latina y del Caribe dentro de la alianza neoliberal planetaria. Esto pasa por recuperar el “patio trasero” que fuera revuelto, primero, por la resistencia del pueblo cubano al bloqueo económico y al terrorismo estadounidense, y luego, por la Alianza Bolivariana para los Pueblos (ALBA) surgida por “culpa” de Fidel y de Chávez. Germen para la UNASUR y después para la CELAC.

Acabar con todo esto, desde Cuba, es el logro mejor acariciado por las élites del poder. También, terminar con PetroCaribe y el Mercosur. Aunque tal vez convenga hacer de éstos un mecanismo funcional con el petróleo del fracking, y con el TLC con la UE tal cual lo vienen impulsando Uruguay y Paraguay que ya son miembros de la familia “trinitaria”. Que nadie se equivoque. Lo que ocurre en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Argentina, e incluso en Brasil, no es oposición sino sedición. El propio “acercamiento” estadounidense a Cuba se ubica en esta perspectiva. La “buena vecindad”, a la que el maquillador del imperio John Kerry se refirió el día en que EEUU plantó su bandera en la Isla, no es sino la reedición de lo que Rooseevelt dijera e hiciera en la década del 30 del siglo pasado. La diferencia está en que la “política de buena vecindad” del tetra presidente masón de los Estados Unidos se produjo tras las invasiones de Haití, Cuba, Nicaragua, México, Panamá, Republica Dominicana, y la de ahora se hace para invadir Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina, Brasil, El Salvador. La primera fue para consolidar la solidaridad hemisférica en el “patio trasero”. La de hoy es para recuperar ese “patio”. Para esto, nada mejor que “utilizar al enemigo para destruir a los enemigos”.

La intención de mantener el TiSA en secreto durante 30 años responde al interés de evitar que los gobiernos que lo ejecutan tengan que dar cuenta de su existencia ante sus parlamentos y ciudadanos. Por otro lado, que el TiSA viole la Convención de Viena sobre la Ley de Tratados o cualquier otro artificio de la ONU o de otra organización similar es lo menos importante. Las resoluciones, declaraciones, convenciones de los organismos internacionales manejados por EEUU, siempre han sido y serán letra muerte. Sirven para seguir mintiéndole al mundo.

Algunos “arreglos” del TiSA

El TiSA exige transparencia total a las autoridades nacionales. Éstas deberán anunciar de antemano y poner a consideración de los representantes de las transnacionales todas las regulaciones y normativas que se dispongan aplicar, a fin de asegurar que las grandes corporaciones y los lobbies comerciales internacionales tengan tiempo y recursos para impugnar, contrarrestar, modificar o impedir la aplicación de las decisiones que emanen de los gobiernos nacionales.

Diseñado en estrecha consulta con el sector financiero mundial, el TiSA obliga a los gobiernos firmantes a ampliar la desregulación y liberalización de los mercados de valores; les quita el derecho de mantener y controlar los datos financieros dentro de sus territorios; los obliga a aceptar derivados crediticios tóxicos; les niega la posibilidad de adoptar medidas para impedir o responder a otra recesión inducida por el neoliberalismo.

En lo que al uso del internet se refiere, los Estados perderán el control sobre dónde se almacenan y cómo se utilizan los datos de sus ciudadanos. Ningún país firmante podrá impedir a un proveedor de servicios que transfiera, acceda, procese, o almacene información (incluida la personal), dentro o fuera del territorio de ese país. No podrá requerir a un proveedor de servicios que use instalaciones informáticas localizadas en su territorio para procesar y almacenar los datos de los usuarios, como condición para operar en ese país. Según los entendidos, esto constituye una flagrante violación de la localización territorial de la información que resulta imprescindible para garantizar la privacidad de los datos digitales y asegurar la libertad de expresión. De aquí para adelante, ésta no será respetada en ningún país. En todos, el libre pensamiento, las ideas propias, serán objeto de persecución y encierro, cuando no, de muerte “accidental”.

En cuanto al transporte aéreo de pasajeros, el TiSA exige la liberalización de los servicios de mantenimiento y reparación sin ninguna garantía. Lo que en la práctica le asegura usted su incineración. Según los expertos, aparte de liberar las tres áreas del transporte aéreo internacional: servicio de reparación y mantenimiento de aeronaves, servicio del sistema de reserva de vuelos y venta y promoción de los servicios del transporte aéreo, el TiSA exige liberalizar la asistencia en tierra, la gestión de aeropuertos y los servicios aéreos especializados.

La aprobación del TiSA dejará a la industria aereocomercial completamente dominada por las multinacionales y bajo una estructura oligárquica, precisan. Los gobiernos nacionales carecerán de control alguno y de su regulación económica y social. Las políticas sobre la aviación quedarán determinadas por las fuerzas del mercado internacional y por las decisiones tomadas por los representantes de los accionistas.

Volveré con más, oportunamente. Sobre todo ahora que en diferentes países de los implicados, se cierne la amenaza de elecciones incluso con candidatos japoneses y estadounidenses dispuestos a mantener el “secreto” de los “Tratados” para no entorpecer en los “arreglos” y asegurar la entrega de nuestras economías al “poder privado” del que pontificara David Rockefeller. Centenario patriarca de la masonería sionista judeo-cristiana y revivificador de la Hermandad de la Serpiente.

Fuentes:

https://wikileaks.org/tpp-soe-minister/

http://www.publico.es/internacional/tisa-compromete-seguridad-del-transporte.html

http://www.publico.es/internacional/ocho-motivos-hay-preocuparse-tratado.html

http://www.publico.es/internacional/tisa-compromete-seguridad-del-transporte.html

Alfredo Jalife-Rahme: Tres tratados “secretos” de EU: TPP vs. China, TTIP vs. Rusia y TISA vs. el mundo (http://www.elespiadigital.com/index.php/noticias/geoestrategia/10210-tres-tratados-secretos-de-eu-tpp-vs-china-ttip-vs-rusia-y-tisa-vs-el-mundo.com)


 source: Rebelión