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La Ronda de Cartagena: a la carrera hacia el despeñadero

El gobierno colombiano decidió apretar el acelerador en la Ronda de
Cartagena y hacer todas las concesiones necesarias para culminar la
negociación en octubre; para ello expresó su propósito de cerrar diez u
once mesas de negociación. Al final no se cumplieron sus metas y la última
ronda quedó pospuesta para noviembre. Solamente cerraron tres mesas y los
puntos críticos quedaron sin definición.

Desde hace once rondas, realizadas durante 18 meses, el gobierno
colombiano creó la expectativa de que Estados Unidos flexibilizaría sus
posiciones. Hasta Cartagena alimentaron, entre empresarios y partidarios
del tratado, la ilusión de que habría respuestas a los pedidos
colombianos, pero la cruda realidad se impuso: Estados Unidos quiere un
tratado hecho a su medida y a cada concesión colombiana responde con
nuevas exigencias.

A estas alturas de la negociación los estadounidenses no han ofrecido
siquiera lo que Colombia ya tiene en el ATPDEA y en muchos campos han
aumentado sus pretensiones al ver la debilidad colombiana. La ronda
culminó sin que se cerrara la mesa de acceso a mercados, la cual establece
los periodos de desgravación para los bienes industriales. A Estados
Unidos no le satisfizo la propuesta llevada por Colombia en el tema de
papeles y petroquímica y la devolvió para que el gobierno colombiano la
reformulara. No se avanzó nada en el tema de textiles e incluso se pide a
los exportadores de estos, normas de origen más restrictivas que las
existentes en el ATPDEA y que exigen prácticamente que todos los insumos
necesarios para los procesos industriales sean adquiridos en Estados
Unidos, con lo cual nuestra industria será una maquila sin mayor
competitividad. En el tema de usados y remanufacturados, Estados Unidos
reiteró su pretensión de vendernos 1.470 variedades de productos y señaló
que la oferta andina de liberar 390 no les sirve. Inclusive muchos
sectores empresariales criticaron el hecho de acelerar el cierre de la
mesa de bienes industriales antes del cierre total de la negociación, pues
esto permitirá a los Estados Unidos aislar el agro en el tramo final.

En vísperas de la ronda, Uribe llegó a plantear ante los colombianos en
Estados Unidos que abogaría por la inclusión del tema migratorio en el
TLC, tema que fue desechado por Estados Unidos desde la primera ronda y
que nunca fue planteado por Colombia en las mesas. También anunciaron en
esta penúltima ronda que elaborarían una cartilla sobre las etnias para
que sirviera de guía a los negociadores. Pero todo el mundo sabe que las
comunidades indígenas no han sido tenidas en cuenta para nada y ahora el
gobierno trata de enmendar la plana haciendo un consejo comunitario con
los indígenas y llevando a algunos delegados fletados a las rondas con la
promesa de que estas comunidades se beneficiarían con la exportación de
artesanías o frutas.

Estados Unidos no llevó la tan ansiada oferta en el tema sanitario y
fitosanitario que había sido considerada por el ministro Botero como una
prioridad sin la cual "no se satisfacen las aspiraciones mínimas del
país". La idea de crear una mesa permanente y con ’dientes’ para este
asunto ya había sido reiteradamente rechazada por EEUU, con el agravante
de que Ecuador y Perú se transaron por examinar las barreras sanitarias en
unos cuantos productos. Los estadounidenses volvieron a plantear
objeciones a la ’reserva cultural’ y pidieron que se disminuyera a la
mitad la cuota de pantalla que protege la producción nacional. No
respondieron nada sobre el tema de la biodiversidad, ya que para ellos las
riquezas naturales son algo que debe estar a disposición de quien se
apodere de ellas y no se debe pagar por obtenerlas.

En medio de la ronda, el embajador de Estados Unidos criticó el proceso
licitatorio para la expedición de cédulas y anunció la financiación
estadounidense de un estudio para aumentar los impuestos a la tierra, con
lo cual muestran que sus aspiraciones no se limitan al TLC sino que
quieren intervenir en todos los aspectos de la vida nacional.

En servicios profesionales llegaron a un ridículo acuerdo que se limita a
la "creación de grupos de trabajo para crear interés en algunos estados
del territorio estadounidense por la prestación de servicios profesionales
por parte de colombianos".

Tímidamente, al final, los negociadores de Ecuador y Perú insistieron en
pedir flexibilidad a los norteamericanos. En contraste, la actitud de
Hernando José Gómez fue afirmar por enésima vez que todo estaba de acuerdo
a lo previsto y que se había acoplado la legislación del TLC a la andina.
Se determinó un mecanismo de seguimiento del impacto del TLC en las PYMES
y se cerraron mesas como asuntos jurídicos, transparencia y obstáculos
técnicos al comercio.

El ultimátum de Regina Vargo sobre la fecha límite del 23 de noviembre,
acompañada de la intransigencia en las mesas, no es más que la reiteración
de que los que deben acercarse a las posiciones de Estados Unidos son los
andinos.

La renuncia de los tres negociadores del ministerio de Protección Social
fue el plato fuerte de la ronda, pues con ella los negociadores
colombianos destaparon el juego del ministerio de Comercio y dejaron al
desnudo la voluntad gubernamental de ceder a todas las pretensiones
gringas en esta materia. Esto fue visible nuevamente desde el primer día,
cuando mientras que el negociador de Estados Unidos ignoraba el proceso
vivido en las otras rondas y reabría todos los temas de la mesa, haciendo
incluso nuevas exigencias, Hernando José Gómez declaraba que este
negociador había "causado muy buena impresión" y que se le notaba la
voluntad de "avanzar en la negociación". Cogidos con las manos en la masa,
Botero y Gómez censuraron que la carta de renuncia se hubiera dado a
conocer a la opinión pública, con lo cual a la traición que están
perpetrando, se le suma el pecado de querer hacerlo a escondidas.

Los negociadores estadounidenses en complicidad con Botero y Gómez se
dieron el lujo de ignorar todo lo concertado con los demás países andinos
y de violar las líneas rojas o puntos innegociables que habían jurado
defender. Con ello se reveló nuevamente y en forma dramática que la
negociación era una gran pantomima y que la capacidad de engaño del
gobierno sólo es comparable con su obsecuencia ante las pretensiones
norteamericanas. La denominada "fase técnica" de la negociación no arrojó
ningún resultado, salvo haber comprometido cuantiosos recursos y haber
mantenido en el cuarto de al lado a un grupo de colombianos que creyeron
en la buena fe del gobierno.

La verdad es que a pesar de la decisión indeclinable del gobierno de
firmar a cualquier costo, son de tal magnitud los estragos que producirá
el TLC y tan arrogante la posición norteamericana que no les han dado
salida a los negociadores colombianos para presentar aunque sea el plato
de lentejas. Para los Estados Unidos sólo cabe el arrodillamiento y la
capacidad de humillación del equipo negociador y del gobierno colombiano
parece infinita. Solamente la resistencia popular y la creación de una
amplia unidad en contra del tratado, permitirá restaurar la dignidad de la
nación.


 source: Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el ALCA, Recalca