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Los reclamos de la Sociedad de Agricultores de Colombia

El gobierno norteamericano ha seguido incumpliendo los compromisos de dar respuestas o hacer propuestas en materia agraria, dentro de la negociación del TLC. Los negociadores colombianos, que siempre justifican esta actitud estadounidense, asistieron a Guayaquil en junio pasado argumentando que Estados Unidos se había comprometido a hacer la reunión bilateral agropecuaria el 11 de julio y a analizar durante la ronda de Ecuador, durante tres días, el tema de las barreras no arancelarias. En Guayaquil Estados Unidos dejó con los crespos hechos a los andinos y sólo asistió a anunciar que el 24 de junio entregaría una respuesta. Llegada esta fecha, sólo respondieron parcialmente y anunciaron que lo harían el 5 de julio. Llegó éste y tampoco hubo respuesta, ante lo cual no solamente se aplazó la reunión bilateral sino que se suspendió la mesa agrícola de la ronda de Miami. La delegación colombiana en un afán desesperado por salvar el acuerdo, emite toda clase de versiones: que no pasa nada, que todo es normal y que se estudian nuevas citas agrícolas entre agosto y octubre.

La semana pasada la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, emitió un duro pronunciamiento en el cual señala que en la negociación del TLC Estados Unidos busca un desequilibrio inmenso a su favor y que ese país ha dado un no rotundo a brindar acceso real de los productos agropecuarios colombianos a su mercado.

La indignación de la SAC proviene del hecho de que Washington no acepta una propuesta colombiana que facilitaría eliminar los requisitos de orden sanitario, los cuales constituyen una barrera proteccionista que usan discrecionalmente para controlar las ventas de los productos colombianos en su mercado y, además, que las otras peticiones de Colombia no las ha respondido o las respuestas que ha dado no han sido satisfactorias.

La negociación agrícola se está haciendo en forma bilateral. El mes pasado se realizaron rondas con Ecuador y Perú. De estas rondas no salió nada nuevo. Simplemente, Estados Unidos reiteró sus propuestas dirigidas a avasallar con sus productos subsidiados y no se comprometió a nada en materia de facilitar las compras de las exportaciones andinas. A mediados de mes se realizará la negociación bilateral con Colombia y es lógico que el resultado será el mismo y los negociadores regresarán nuevamente con las manos vacías.

A pesar del entusiasmo con el que ha defendido la negociación, la gran meta que se propuso desde el comienzo el gobierno de Uribe -preservar las preferencias comerciales contenidas en el ATPDEA- no tiene mayor significado para la SAC, pues durante la vigencia de estas preferencias el único sector del agro que las utilizó fue el floricultor, al paso que la mayoría de los productos de origen agropecuario incluidos en las preferencias están sujetos a cuotas, licencias de importación u otra clase de restricciones. Los aranceles no representan el obstáculo principal para el acceso al mercado estadounidense, sino las barreras para-arancelarias. Pero aún eliminándolas, en buena medida el país carece de oferta exportable. Así, la SAC estaría apostándole a que los empresarios que se vieran desplazados por las importaciones estadounidenses pudieran dedicarse a nuevos productos que como las frutas tropicales, las plantas medicinales y el tabaco supuestamente serían beneficiados con el TLC; pero Estados Unidos no quiere abrir su mercado sino inundar el nuestro.

La SAC ha acompañado al gobierno durante toda la negociación y ahora califica de débil al equipo colombiano y de intransigentes a los norteamericanos, llegando a asegurar que las normas de la OMC en materia sanitaria fueron creadas por Estados Unidos “para preservar la protección de su producción por la vía sanitaria”. La posición del gremio de que el gobierno colombiano ha tenido una “amplia e inexplicable flexibilidad” y que ha realizado ofertas “continuas y no justificadas”, se complementa con su denuncia de que Estados Unidos no ha aceptado que Colombia disponga de instrumentos para contrarrestar sus ayudas internas. Añade la SAC que Colombia ha hechos ofertas por 200 millones de dólares y Estados Unidos por 800 mil, excluyendo todo el potencial exportador en “frutas, hortalizas, lácteos, azúcar y derivados, yerbas aromáticas y etanol, entre otros”.

Estados Unidos responde lentamente a los ruegos colombianos, incumple y da largas porque sabe que el gobierno está dispuesto a firmar cualquier cosa. Lo han dicho en todos los tonos: cualquier concesión tendrá costos, no solamente para el agro sino para todos los demás sectores afectados por el tratado.

Después de 10 rondas de negociación en las cuales la conducta norteamericana ha sido invariable y la debilidad colombiana también, la SAC al fin se ha dado cuenta de que Estados Unidos quiere un TLC a su medida y que el gobierno colombiano lo está aceptando alborozado.

El asunto de fondo, más allá que se nos permita exportar algunos productos exóticos, tiene que ver con que el tratado impide preservar la seguridad y soberanía alimenticias, la cual cualquier país medianamente civilizado resguarda con celo. Aún en el caso eventual de que las aspiraciones gubernamentales y de la SAC pudieran cristalizarse, sería a costa de sacrificar los cereales y otras ramas estratégicas de la producción agropecuaria y -en el mejor de los casos- entrar a competir con los demás países pobres en el mercado norteamericano con productos superfluos.

En el tema agrario el TLC muestra nuevamente su carácter intrínsecamente perverso. Ni la mejor actitud negociadora podría equilibrar los intereses norteamericanos de avasallar nuestros mercados con la necesidad de preservar las posibilidades de desarrollo nacional y poder alimentar a nuestra población con lo que producen nuestros fértiles campos.


 source: Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el ALCA, Recalca