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La Alianza Pacífico y el retorno de la Argentina al regionalismo dependiente

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La Alianza Pacífico y el retorno de la Argentina al regionalismo dependiente

Por Gabriel Esteban Merino*, 10-6-16

La Alianza Pacífico aprobó el pedido argentino para incorporarse como miembro observador. Esto constituye un importante paso para el actual gobierno nacional de alejarse del paradigma de regionalismo autónomo que se practicó con mayor o menor determinación durante doce años, y retornar al regionalismo abierto o dependiente.
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Contexto geopolítico

En abril de 2011 en Lima (Perú) se sientan las bases para la conformación de la Alianza Pacífico, por iniciativa del entonces presidente peruano Alan García Pérez: “Esta no es una integración romántica, una integración poética, es una integración realista ante el mundo y hacia el mundo”. Sostuvo en su fundación, destacando la perspectiva “pragmática”, que consiste en la aceptación de las fuerzas de “mercado” como ordenadoras del orden social y los procesos de integración y la aceptación del lugar asignado a la región en el Orden Mundial diseñado por las fuerzas dominantes de “Occidente”.

Este cambio en la región se vislumbra en un nuevo contexto geopolítico mundial: en marzo de 2011 entramos en un nuevo momento de la crisis (transición histórica) con la guerra civil en Siria y luego en Libia, más la agudización de las tensiones en el mar de China. Como se observa en los distintos escenarios del enfrentamiento, este momento se caracteriza por la agudización de las tensiones entre los bloques de poder centrales (“Occidente”) y los bloques de poder emergentes. China, Rusia e Irán, y el bloque MERCOSUR-ALBA en Nuestra América sienten las presiones de esta nueva situación global, en la cual, a pesar de la creciente multipolaridad relativa, cambian las relaciones de poder.

Las fuerzas centrales del Orden Mundial en crisis observan como un desafío las estrategias de distintos actores que conforman un creciente multipolarismo relativo y su pretensión de construir bloques de poder para convertirse en nuevos polos de poder. Los llamados BRICS y aliados, que unos años antes eran territorios centrales de la expansión del capital transnacional y solución espacial de la crisis (y, por ello, posibles actores en una nueva institucionalidad global multilateral), en la medida en que desarrollan mayores niveles de autonomía relativa, construyen bloques de poder y aprovechan la crisis y contradicciones del “viejo centro” mundial para impulsar sus propios proyectos políticos estratégicos se convierten en obstáculos para las fuerzas “Occidentales” y el capitalismo financiero global.

Este enfrentamiento se agudiza en 2014 con el estallido de la guerra civil en Ucrania; la escalada del conflicto Sirio y el despliegue de tropas rusas en dichos territorios; la construcción de una nueva institucionalidad financiera mundial por parte de los BRICS acordada en la cumbre de Fortaleza en Brasil en julio 2014; y la incorporación de nuevos miembros a la Organización para la Cooperación de Shanghái liderada por China y Rusia que constituye una poderosa alianza de seguridad euroasiática por fuera de la OTAN y las potencias occidentales más Japón, entre otras cuestiones.

La disputa por Asia Pacífico

En este contexto, se constituye la Alianza Pacífico, que rescata los pilares del regionalismo abierto y a favor de una mayor cercanía geopolítica a Estados Unidos en particular y a “Occidente” en general. La Alianza Pacífico está centrada, como tal, en la atracción a las inversiones extranjeras, los acuerdos de libre comercio, la explotación de las ventajas comparativas (fundamentalmente la explotación de recursos naturales) y el desarrollo puesto en relación a la integración en el capitalismo global del siglo XXI.

Conformada en un principio por Chile, Colombia, Perú y México –y con Costa Rica, Panamá y Guatemala en proceso de incorporación— la alianza forma parte, como eslabón regional de un esquema de integración más amplio del capitalismo global, denominado Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (conocido como TPP, por sus siglas en inglés), originalmente establecido por Chile, Brunei, Singapur y Nueva Zelanda en 2005, pero del que hoy forman parte Australia, Canadá, Japón, Malasia, México, Perú, Estados Unidos y Vietnam.

El TPP, prioritario en la agenda internacional del gobierno de Estados Unidos, constituye una amenaza para China ya que implica una disputa en su zona fundamental de influencia, el Asia Pacífico. El control del Pacífico aparece como objetivo estratégico para Estados Unidos y aliados, y las fuerzas fundamentales del capitalismo global. Según afirma Hillary Clinton, el futuro de la política mundial se decidirá en Asia y en el Pacífico, no en Afganistán o Irak, y Estados Unidos deberá estar justo en el centro de la acción. En este sentido, la Alianza Pacífico constituye una política de integración estratégica en el marco de la TPP e implica un cerco y una política de “contención” tanto para la Organización para la Cooperación de Shanghai (encabezada por China y Rusia) que compite con la OTAN, como también en relación al bloque ALBA-MERCOSUR hoy en claro retroceso. De posibilitarse la negociación de acuerdos bilaterales por parte de los países del MERCOSUR con terceros países significaría la muerte del bloque regional como tal, tal como le sucedió a la Comunidad Andina unos años antes.

El capitalismo del S XXI

Señalando claramente la diferencia de la Alianza Pacífico con el regionalismo autónomo, en un dossier sobre el tema publicado por el Financial Times (2/4/2014), se afirma que este nuevo bloque “abre las puertas para los negocios en la región” y resalta positivamente que, a diferencia del MERCOSUR, esta es una Alianza económica y no política, algo que también señalan los líderes políticos que la impulsan. En dicho dossier, Barbara Kotschwar, afirma que “si el Mercosur representa el socialismo del siglo XXI, la Alianza Pacífico representa el capitalismo del siglo XXI”. En este sentido, se debe señalar que todos los integrantes de la Alianza Pacífico poseen Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos, a lo cual se opusieron estos últimos años los países que integran el MERCOSUR y el ALBA.

La Alianza Pacífico expresa una nueva forma de integración regional, propia de una fase de profundización de la transnacionalización del capital y de replanteamiento geoestratégico del centro de poder global, que se diferencia de alguna manera de la forma ALCA. Articulada con la TPP, se plantea como área de libre comercio y libre movilidad de capitales transcontinental-global-multilateral, mientras que el ALCA forma parte de la vieja estrategia continental-americana dominada bajo la forma del capital multinacional, en la anterior relación centro periferia. Es decir, la Alianza Pacífico contiene y supera esa forma. Si el ALCA tiene como centro a EE.UU. como Estado continental multinacional, esta nueva alianza se plantea como parte de Red Global del capitalismo actual, donde lo dominante es el capital transnacional, la democracia de mercado y la integración en los organismos políticos internacionales bajo la influencia decisiva del “Occidente” angloamericano. En este capitalismo transnacional, Estados Unidos aparece como nodo estratégico, pero no necesariamente como único centro. En este sentido, la Alianza Pacífico se constituye como el polo regional de la construcción de territorios integrados a las cadenas de valor globales coordinadas por el capital transnacional, junto con las redes mediáticas, tanques de pensamiento, ONG y distintas estructuras de poder global del llamado capitalismo del siglo XXI. Ello hace a la nueva forma de inserción mundial, constituyendo la Alianza Pacífico como una apuesta geoestratégica que elimina la posibilidad de construir un bloque regional propio.

De la integración regional a la dependencia

Los niveles de integración económica entre los países pertenecientes a la Alianza Pacífico son muy bajos, propio de los territorios que actúan como enclaves de producción primaria con baja integración industrial, es decir, de periferia en relación a centros de mayor complejidad económica y de lo local en relación con lo global. En el MERCOSUR el 15% de las importaciones provienen de países del bloque y el 14% de las exportaciones tiene como destino alguno de sus miembros, mientras que en el caso de la alianza las importaciones y las exportaciones entre países del bloque son de sólo 4,2% y 4,0% respectivamente. A pesar de ser superior el intercambio en el MERCOSUR, sigue siendo muy bajo en relación a otros bloques económicos y ello se debe a la baja densidad industrial y a la debilidad relativa de los núcleos productivos tecnológicos endógenos más allá de algunas excepciones. Es decir, también el MERCOSUR tiene una inserción internacional de periferia aunque con mayor nivel de industrialización y con algunas áreas de desarrollo autónomo estratégico (desarrollo en materia nuclear, en la industria aeronáutica y aeroespacial, etc.).

Por lo dicho, la Alianza del Pacífico está muy lejos de constituir un bloque comercial y en todo caso pretende ser una política para lograr este cometido. Pero sí constituye una apuesta geoestratégica, la cual enarbola en la región un programa político-económico y un paradigma de integración distinto a otros proyectos que han surgido en los últimos años. Como apuesta geoestratégica bajo el paradigma de regionalismo abierto, implica una tensión con los proyectos enmarcados en el paradigma del regionalismo autónomo, lo cual impacta en la UNASUR, al interior de la CELAC y en cada país de la región en particular.
La Alianza Pacífico no se presenta contra la CELAC o contra la UNASUR, aunque de hecho su fundación, el 6 de junio de 2012, coincidió con el estancamiento de la UNASUR debido en parte a la tensión de estos paradigmas divergentes. La alianza perforó las aún endebles bases de la concertación política en UNASUR y construye un frente pro-Tratado de Libre Comercio plus, con un perfil no restringido a cuestiones económico-comerciales, sino una concesión general de soberanía en materia de inversiones, legislación laboral, propiedad intelectual, etc.

Horizontes

Es evidente el fortalecimiento del regionalismo abierto en la región y el debilitamiento o reflujo del regionalismo autónomo tanto en su versión neodesarrollista nacionalista como en su versión social-popular. Ello puede avizorar cambios en el MERCOSUR para retomar el modelo de regionalismo abierto, que implique también un mayor acercamiento hacia la Alianza Pacífico y la TPP, como un avance en un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea en línea con la estrategia de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión promovida por las fuerzas dominantes en Estados Unidos y Europa.

Sin embargo, a diferencia de la década de 1990 (con un mundo convergiendo hacia la hegemonía de la estrategia neoliberal y el Consenso de Washington), hoy nos encontramos en una transición geopolítica mundial y en una crisis capitalista que debilita a “Occidente” e induce al debate sobre proyectos alternativos, al tiempo que se fortalecen potencias emergentes como China y Rusia que desafían el Orden Mundial. Esto, junto a la actual conducción del Vaticano y los pisos elevados de construcción popular, mantiene abierto los márgenes de maniobra geoestratégicos para que las fuerzas del bloque regional autónomo Latino Americano recuperen la iniciativa estratégica y protagonicen una segunda ola de transformación continental.

* Docente e investigador de la UNLP e IdIHCS-CONICET, Coord. del CEFIPES


 source: Posdata