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Los Páramos Ecuatorianos y el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos

Páramos y Biodiversidad

Los páramos ecuatorianos se han caracterizado por su elevada biodiversidad, con alto endemismo. De acuerdo a Rodrigo Sierra, existen 5 formaciones vegetales distintas en ellos, que se agrupan en dos ecosistemas (Sierra, R. 1999). La biodiversidad de los páramos proviene en parte de su ubicación durante la última glaciación, durante la cual las nieves eternas llegaban hasta los 3500 metros de altura, y el límite inferior de los páramos alcanzaba los 2000 metros, ( Deler, J. P. et al., 1983) de forma que éstos ocupaban la mayor parte de los actuales valles interandinos, permitiendo una amplia interacción y difusión de especies.

El Ecuador, a diferencia de Perú y Bolivia, mantiene una elevada fertilidad en la Sierra. Esta depende en gran parte de la capacidad de los páramos para almacenar y retener la humedad, permitiendo un flujo relativamente estable de aguas a los ríos serranos, evitando las inundaciones y sequías prolongadas. El abastecimiento hídrico del país, y en particular del sector agropecuario, depende en buena medida de la conservación y estabilidad de los páramos.

Transformaciones y Amenazas Recientes

La intervención humana en los páramos se remonta a las culturas pre-incásicas. Sin embargo, el impacto más profundo se produjo posiblemente después de la conquista hispánica, durante los siglos XVI y XVII. La especialización del actual territorio ecuatoriano en la producción textil destinada al espacio colonial alto-peruano implicó la crianza masiva de ovejas en los páramos de la Sierra Norte y Central. y una posiblemente alta degradación de su biodiversidad y sus suelos como resultado del sobrepastoreo. Es probable también que las ovejas hayan ocupado también una parte de los valles. Se estima que a fines del siglo XVI existían, entre Ibarra y Alausí y sobre todo en los páramos del Cotopaxi y Chimborazo, de 1 200 000 a 2 000 000 de ovejas ( J. P. Deler et al. 1983). El estudio pionero de Elinor Melville titulado “A Plague of Sheep" sobre la degradación y desertificación del valle de Mezquital en México, atestigua este efecto.

A partir del siglo XVIII, luego de la declinación de la producción textil, la consolidación de la hacienda tradicional serrana conllevó la concentración de las comunidades indígenas en tierras de páramo, bajo condiciones de extrema pobreza y exclusión de su acceso a tierras de alta productividad, ubicadas principalmente en los valles interandinos.

Sin embargo, las mayores presiones sobre los páramos se han dado principalmente a partir de los años 1960. El agotamiento de la frontera agrícola y el fracaso de la redistribución de la tierra luego de las leyes de reforma agraria de 1964 y 1973, han conllevado a la especialización productiva de las tierras bajas de la Sierra en la ganadería, y posteriormente la floricultura y el cultivo intensivo de productos nuevos de exportación como el brócoli. Los páramos han sufrido una creciente presión demográfica por parte de la población campesina pobre, en su mayoría indígena, que ha subsistido especializándose en la producción de alimentos y granos básicos para el mercado interno (Larrea, 2005).

Durante el auge petrolero los campesinos serranos se beneficiaron indirectamente de la expansión de la construcción, mediante migraciones temporales y definitivas del campo a las principales ciudades. A partir de 1982 la crisis económica fue cerrando estas oportunidades, y las presiones sobre la tierras de altura, altamente fragmentadas, se han intensificado, en un contexto de acelerado, aunque decreciente, crecimiento vegetativo de la población.

El último censo agropecuario (2000) reveló que la desigualdad en la tenencia de la tierra en el Ecuador se ha mantenido sin grandes cambios desde 1954. Los coeficientes de Gini, que miden la desigualdad social, han variado muy poco entre los Censos Agropecuarios, de 0.86 en 1954 a 0.81 en 1974 y 0.81 en 2000.

Las principales presiones contemporáneas sobre los páramos pueden sintetizarse de la siguiente forma:

 Pauperización. De acuerdo a un estudio reciente del autor sobre condiciones ambientales y pobreza (Larrea, 2004), los páramos conforman el tipo más afectado por la pobreza en el país, con una incidencia del 87 % de la población.
 Expansión hacia arriba de la frontera agrícola. Aunque las tierras con adecuada aptitud agrícola se encuentran totalmente cultivadas en el país, la pobreza y la presión demográfica han conducido a la propagación de cultivos de subsistencia en tierras de altura, en suelos empinados, sin riego y vulnerables a la erosión.
 Deforestación. Las necesidades de leña y el cambio de uso del suelo para cultivos de subsistencia han conllevado una acelerada deforestación en los páramos, con sus efectos negativos sobre la biodiversidad, la capacidad de retención de agua y los suelos. La reciente expansión de plantaciones de pino tiene consecuencias similares y otros resultados ambientalmente negativos (P. Granda, 2005).
 Erosión de los suelos. Los cultivos anuales o de ciclo corto en suelos empinados conllevan una acelerada erosión, haciendo insustentable la agricultura bajo las condiciones actuales. Las técnicas de conservación y recuperación de suelos han tenido una limitada difusión.
 Calentamiento Global. El calentamiento global conduce al retroceso de los glaciares y a modificaciones en la temperatura y humedad de los páramos, afectando su biodiversidad, como lo demuestra la extinción reciente de anfibios (ranas Jambatus).
 Pérdida de agua. El conjunto de factores anteriores puede implicar una pérdida en la capacidad de los páramos para retener agua y regular los ciclos hídricos, con consecuencias potencialmente graves para la agricultura y la población urbana del país.

Posibles impactos del TLC

Las predicciones favorables de la teoría económica sobre las consecuencias económicas y sociales de la apertura comercial tienen una limitada aplicabilidad a la realidad en el caso del TLC, sobre todo tomando en cuenta la complejidad del sector agropecuario, las enormes asimetrías en productividad y dotación de capital por hombre ocupado entre Ecuador y Estados Unidos, y los elevados subsidios agrícolas de este último país.

En este sentido, es ilustrativo analizar la experiencia del sector agropecuario mexicano, y en particular de los campesinos y pequeños productores, luego de más de una década de aplicación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Varias evaluaciones muestran resultados poco alentadores de este acuerdo sobre la agricultura mexicana, y efectos definidamente negativos para los campesinos y pequeños productores.

De acuerdo a un estudio reciente (Puyana, A, et. al., 2004), el sector agropecuario mexicano ha crecido entre 1993 y 2001 a una moderada tasa del 2.5 % anual, sólo levemente superior a la del crecimiento poblacional. El empleo agrícola, sin embargo, muestra una leve contracción durante el mismo período.

Pese a la reducción absoluta en el empleo, las diferencias en la productividad por trabajador han ascendido de nueve a uno en 1993 a doce a uno en 2001, aumentando la brecha a favor de los Estados Unidos, en lugar de reducirla.

La evolución de las exportaciones agrícolas es menos favorable aún. La balanza comercial agropecuaria de México respecto a Estados Unidos y Canadá (socios del TLCAN) se ha tornado negativa a partir de 1996, y el desequilibrio llegó en 2002 al 22 % del total exportado. Entre los productos exportados por México sobresale el tomate, con una tecnología capital intensiva. México, mientras tanto, ha dejado de ser un exportador de maíz para convertirse en un importador masivo de este producto de los Estados Unidos. El maíz estadounidense es transgénico y presenta una potencial amenaza a la riqueza genética de México, país de origen de este cultivo en el mundo. Otros productos importados por México son la soya y el algodón.

En términos sociales, los salarios reales rurales han permanecido estancados, y los ingresos reales han caído para la gran mayoría de la población en el campo. En efecto, solamente el decil (10 % de la población) más rico ha mejorado su situación, mientras los nueve deciles restantes se han empobrecido.

Existen algunos estudios prospectivos que han evaluado en detalle el posible impacto del TLC sobre el sector agropecuario en el Ecuador. Entre ellos el más detallado ha sido elaborado por CEPAL (2005). Entre las principales conclusiones de esta investigación pueden mencionarse las siguientes:

 50 productos concentran el 98 % de las exportaciones agropecuarias del Ecuador a Estados Unidos. En la mayor parte de ellos, la dolarización ha afectado negativamente su competitividad. Mientras antes del 2000 la mayor parte de estos productos había expandido su participación en el mercado norteamericano, a partir del año mencionado (cuando se implementó la dolarización) la participación de estos productos declina en el 65 % de los casos.
 Un análisis por productos muestra que tienen potencialidades principalmente el banano, las flores, el cacao, el palmito, el brócoli, la piña y el mango, mientras los principales productos amenazados son, en este orden, el maíz, arroz, fréjol, papa, soya, carne vacuna, quesos y cítricos. Puede observarse que la mayor parte de los productos con posibilidades provienen de fincas tecnificadas con alta inversión de capital (con excepción del cacao), mientas los productos amenazados son cultivados principalmente por pequeños productores y campesinos, y entre ellos hay cultivos de altura como el maíz, el fréjol y la papa.
 Una tipología de las unidades productivas agropecuarias (UPAs) las divide en unidades de subsistencia (53 %), tradicionales (43 %) y tecnificadas (4.5 %). Las fincas amenazadas son numerosas, y se concentran en los dos primeros grupos.
 El maíz y la papa, principales productos amenazados, aportan con el 57 % del valor bruto de la producción de las unidades de subsistencia.
 El posible impacto del TLC sobre el empleo agropecuario será negativo, y se estima que pueden perderse hasta 100.000 puestos de trabajo. En los casos del maíz y el arroz, se pueden perder el 10 % de los empleos actualmente existentes.

En síntesis, los páramos ecuatorianos, con alta biodiversidad, juegan un papel fundamental en la regulación y mantenimiento de las reservas de agua de todo el sistema hídrico nacional. Los cultivos campesinos de subsistencia han constituido la actividad agrícola principal desde hace varios siglos. Sin embargo, las presiones demográficas, la inequidad social y el deterioro ambiental constituyen amenazas serias para la sustentabilidad tanto de estas actividades agropecuarias como del rol regulador de los páramos. La apertura comercial mediante el TLC representa también un serio peligro para los campesinos pobres de los páramos y las comunidades indígenas, ya que tanto sus productos como sus mercados de trabajo pueden sufrir impactos graves.

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 source: Acción Ecológica