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TLC no pasará, si no se da asistencia a trabajadores de E.U. afectados por la competencia extranjera

Marzo 13 de 2008

TLC no pasará, si no se da asistencia a trabajadores de E.U. afectados por la competencia extranjera

Ese fue el ’precio’ que le puso este jueves al trámite del Tratado la presidente de la Cámara estadounidense, Nancy Pelosi.

De esta manera, "Hasta que eso pase, no veo un ambiente aquí para aprobar un tratado de libre comercio’’, dijo Pelosi en el Capitolio.

La advertencia de Pelosi se suma, de paso, a los reclamos sobre violencia contra sindicalistas en Colombia como razón para no aprobar el acuerdo comercial.

La postura de Pelosi es la respuesta de los demócratas al anuncio del presidente George W. Bush, este miércoles, en el sentido de que usará la ’opción nuclear’ para intentar que el Congreso apruebe el TLC con Colombia. Es decir, presentarlo sin el consentimiento del liderazgo demócrata en el Congreso.

Así, casi de inmediato, y a través de Pelosi, ese partido rechazó la maniobra. El terreno, pues, quedó servido para una confrontación sin antecedentes en la historia de los TLC en E.U. y que, salvo un acuerdo de último momento, dejará ’mucha sangre’ regada en el terreno.

Movida de alto riesgo y de impredecibles consecuencias

Desde diarios en Gran Bretaña y Estados Unidos hasta analistas de diversos sectores, se interpretó la movida de Bush como "de alto riesgo" e impredecibles consecuencias.

El Financial Times, por ejemplo, escribe que se ha "abierto un nuevo frente en la batalla por la política comercial de E.U. que no solo se sentirá en el TLC con Colombia, sino en toda la agenda que resta: Acuerdos con Panamá, Corea del Sur, Doha y hasta el futuro de la ley de ’Fast Track’", que ha sido el vehículo usado a lo largo de tres décadas como garantía para negociar y aprobar pactos con el resto del mundo.

De acuerdo con la administración, los demócratas no dejaron otro camino. En una rueda de prensa conjunta, John Veroneau, segundo abordo en la oficina del Representante Comercial de E.U., y funcionarios del Departamento de Estado y la Casa Blanca, subrayaron como durante casi un año se intentó negociar algún acuerdo que permitiera el trámite con la bendición de sus rivales.

Y mencionan los más de 50 congresistas que viajaron al país para ver los progresos de primera mano, los múltiples esfuerzos del gobierno colombiano para responder sus inquietudes sobre violencia sindical, y las leyes y decretos que aprobó el país para adecuar su legislación a las exigencias demócratas.

Ante la persistente negativa, solo quedaba una alternativa: forzar el voto y que los demócratas decidan si van a respaldar a su gran aliado de la región, o le darán la espalda.

Todo eso es cierto. Sin embargo, deja por fuera el elemento central en la disputa que ha sido uno político y, sobre todo, electoral.

Si bien su oposición se ha basado en la situación laboral, los demócratas dejaron claro desde el comienzo que para ellos era "políticamente inconveniente" mover un polémico tratado durante un año de elecciones y cuando está en juego la Casa Blanca y preservar el control del legislativo que ganaron en el 2006.

Y eso se ha ido demostrando con la retórica anti comercial que ha caracterizado la campaña por la nominación demócrata a las presidenciales. Para ellos, el mejor escenario era esperar a que pasaran los comicios del 4 de noviembre, y, mientras tanto, mostrar su respaldo a Colombia renovando las preferencias arancelarias de Atpdea y el Plan Colombia. Además, algunos meses en el cronómetro, acompañado por medidas implementadas en Colombia, les permitiría a muchos justificar un voto favorable.

Para la administración, sin embargo, el ’no-voto’ antes de noviembre nunca fue una opción. Forzar a los demócratas a tomar una decisión -a favor, o en contra- tiene muchas ventajas.

Si terminan apoyándolo abiertamente, tendrán que asumir las consecuencias frente a su electorado, donde pesa mucho el sindicalismo. Si votan en contra, pagarán en política exterior y seguridad nacional pues habrían dejado al aliado preferido en las garras de los Chávez de la región. Aunque la decisión se veía llegar, fue precipitada por la crisis entre Colombia, Venezuela y Ecuador.

Eso demostró, precisamente, lo que la administración venía argumentado. "La crisis andina, las amenazas de guerra, la complicidad de los vecinos con terroristas, fueron hechos que le dieron la vuelta al mundo. Con la decisión de presentarlo ya tomada, no había otro momento mejor que este", dice una alta fuente republicana en la Cámara.

Lo que viene

Si Bush cumple con su amenaza, el TLC será presentado la primera semana de abril. La Cámara, a partir de allí, tendrá 60 días hábiles para considerarlo.

Si lo aprueban, el Senado tendría otros 30. Es decir, saldría de la Cámara hacia la última semana de junio o primera de julio y luego al Senado, donde pasaría hacia finales de julio o en los primeros día a septiembre tras el receso de un mes que hay en agosto.

Pero antes de eso, hay mucho trecho por recorrer. Especialmente en la Cámara, que es por donde el proceso arranca y en donde existen las mayores dificultades.

Y mucho -o todo- depende de lo que decida Pelosi. El gobierno ha querido ver en sus declaraciones del miércoles el "vaso medio lleno" y no "medio vacío". Pudo haber dado su no rotundo, pero solo indicó que forzar el voto sería contraproducente. Quizá.

Pero lo más probable es que sus declaraciones apunten más a dejar sus opciones abiertas durante los próximos meses.

Ella, también, está bajo enormes presiones. Hay varios demócratas electos en distritos conservadores y muy pro comercio que podrían perder su curul si ella les pide que se opongan al Tratado.

Además, hay un gran sector empresarial que respalda el acuerdo y que viene financiando campañas demócratas. Y a ellos también les debe.

El mejor cálculo para Colombia es que ella deje por sentada su oposición personal, pero le dé "luz verde" a los legisladores de su partido para que voten como mejor les convenga. Y la Casa Blanca cree que, si eso sucede, contarían con al menos 35 a 40 votos, que serían suficientes para aprobar el tratado aunque por un mínimo margen.

En la Cámara hay 435 legisladores, 233 demócratas y 202 republicanos. Dado que al menos 20 republicanos no lo apoyarían (tiene un largo historial de votos en contra de TLC), ese es el número mínimo de demócratas que se requiere.

Pero Pelosi también podría apelar por un bloque frontal al Tratado y se teme que si lo hace, muchos de esos 35 o 40 demócratas se alinearían con el núcleo del partido, al que no quieren desafiar.

En cualquiera de los dos escenarios, será un ’votofinish’. Y se dé por descontado que lloverán ataques desde todos los frentes(congresistas, sindicatos en E.U. etc.). Lo cual dejará muy maltratada la imagen del país.

Pelosi cuenta con una tercera opción, igual de riesgosa a lo hecho por Bush, a la que se llama el ’corto circuito’. Dado su poder, podría mover el Tratado a la Comisión de Reglas donde modificaría el aparte del ’Fast Track’, que habla de los 90 días como límite máximo. En otras palabras, lo dejaría en el congelador evitando así un voto doloroso para su partido.

Pero las consecuencias serían gravísimas dado que el ’Fast Tack’, precisamente, es lo que le ha dado estabilidad y credibilidad a la política comercial de E.U. Pocos países se sentirían cómodos negociando con un país que puede cambiar las reglas de juego a mitad de camino.

"12 presidencias y casi 3 docenas de Congresos han operado bajo este contrato de ’Fast Track’, así que esperamos que ellos lo sigan honrando", dice Veroneau.

Pero en política todo es posible y aún, pese a las dificultades, existen márgenes de maniobra que podrían evitar este inminente choque de trenes.

Los demócratas tienen muchas "prioridades" a las que Bush se viene oponiendo pero que podría "intercambiar" por su visto bueno al TLC con Colombia.

Quieren, para citar algunos, que el presidente les apruebe un ambicioso programa de ajuste para los trabajadores afectados por el comercio que se extienda a otros países del mundo y que incluya a los trabajadores en el sector de servicios.

Este reclamo es el que hizo ayer Pelosi, y el significado es que ya se convierte en un pedido en boca de la líder de la oposición y de la mayoría en la Cámara. También figura alto la expansión del programa de deducción de impuestos por cobertura de salud.

En E.U. a esto le llaman ’horsetrading’ (intercambio de caballos). Y por allí podría abrirse una puerta para el TLC.

La primera semana de abril, cuando Bush presente el TLC, será solo el inicio de una nueva e incierta etapa donde las apuestas, eso si, estarán por lo alto.

SERGIO GÓMEZ MASERI

Corresponsal de EL TIEMPO

Washington


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