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Monsanto, el "elefante en la habitación" del tratado entre EEUU y Europa

Monsanto, el "elefante en la habitación" del tratado entre EEUU y Europa

Por Mario Saavedra - Nueva York - 06/07/2013

Cuando en inglés alguien quiere referirse a una realidad obviada por todos en medio de una discusión se habla del elephant in the room (el elefante en la habitación): es enorme, pero todo el mundo hace como si no lo viera. Algo parecido está pasando con las negociaciones del tratado de libre comercio entre Europa y Estados Unidos. Francia ha pedido dejar de lado por el momento el tema de la excepción cultural, sus leyes para protegerse de la invasión cinematográfica de Hollywood y defender la industria patria. Pero, ¿qué pasa con los alimentos genéticamente modificados, hasta ahora uno de los grandes asuntos de fricción comercial entre ambas zonas?

En las primeras conversaciones para el acuerdo han participado representantes de la gran corporación americana de productos genéticamente modificados Monsanto, según la asociación contra los productos genéticamente modificados GM Watch. Monsanto no ha atendido las llamadas de Dirigentes para corroborar o desmentir su presencia.

Con una capitalización de mercado valorada en más de 56.000 millones de dólares, Monsanto produce semillas que, entre otras cosas, son resistentes a sus propios herbicidas. La empresa asegura que así abarata el precio de la agricultura. Los críticos afirman que lo que hace es encarecerla porque favorece los monopolios. Además, no se conocen bien los efectos a largo plazo y prácticamente ha borrado algunos tipos de semillas naturales del país.

Monsanto acaba de ser noticia en Estados Unidos por partida doble: en primer lugar, debido al descubrimiento de una semilla "indestructible", no aprobada por los reguladores, en una plantación del país. Por otro lado, los tribunales han dado la razón a la empresa en el juicio contra un granjero que había utilizado unas semillas derivadas en segunda generación de otras de Monsanto sin pagar una comisión. La defensa del agricultor, liderada entre otros grupos por el Centre for Food Safety, asegura que el precio de plantar un acre de soja ha aumentado un 325% entre 1995 y 2011, entre otras cosas porque más de la mitad de las semillas globales las controlan tres empresas, entre ellas Monsanto. En Estados Unidos, el 93 % de la soja plantada está genéticamente modificada.

La Unión Europea tan solo ha aprobado dos semillas genéticamente modificadas: una de maíz de Monsanto y otra de patatas de la empresa de biotecnología alemana BASF. Francia, Italia y Polonia están intentando frenar su uso. En mayo, decenas de miles de agricultores realizaron la "marcha contra Monsanto", una protesta global contra la compañía convocada en 52 países. Tal es la resistencia que estos productos encuentran en Europa que la empresa ha anunciado que renuncia a tratar de expandir sus semillas genéticamente modificadas por el viejo continente: no harán lobbying y no intentarán obtener más licencias. "Hemos llegado a la conclusión de que no hay aceptación suficiente en estos momentos", aseguró la empresa. "No podemos seguir luchando contra molinos de viento. Solo venderemos semillas genéticamente modificadas donde haya un apoyo suficiente entre los granjeros, los políticos, y un sistema regulatorio que funcione, y esto solamente se da en dos países europeos, España y Portugal". Ambos, junto a Rumanía, permiten su maíz MON810. En España se concentra alrededor del 90% de la producción de maíz transgénico en Europa.

¿Significa esto que Monsanto abandona Europa y, por tanto, facilita así el escollo agrícola de las negociaciones de libre comercio? Algunos apuntan precisamente a este tratado como una puerta de entrada a estos productos en el viejo continente. Washington ha ejercido presión en favor de empresas como Monsanto en todo el mundo, pidiendo a sus diplomáticos que presionaran en favor de las semillas genéticamente modificadas. Ahora la palabra clave de las negociaciones es "armonización". Se trata de hacer converger las dos legislaciones pero, ¿dónde? ¿En un punto intermedio entre la más restrictiva europea, o la laxa estadounidense? La clave, en las negociaciones por el tratado.


 source: Dirigentes Digital