¿Va China a conquistar Asia-Pacífico con el nuevo acuerdo comercial RCEP?

Por Juan Chingo | 23-11-20

¿Va China a conquistar Asia-Pacífico con el nuevo acuerdo comercial RCEP?

China y otros 14 países firman la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), el mayor acuerdo comercial del mundo. ¿Una vuelta a la globalización en crisis, como señalan algunos medios, o un acuerdo más modesto? ¿La posibilidad de China de conquistar Asia-Pacífico, o el anuncio de mayores conflictividades en puerta?

Al leer la gran mayoría de la prensa mundial, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés) que abarcará el 30% del PBI y de la población mundial, es un avance fulgurante de Pekín quien habría logrado posicionarse exitosamente en el centro de las redes de comercio e inversión de la región, desbancando a los EE. UU. como la principal potencia de la diplomacia económica de Asia-Pacífico.

Más aun, el acuerdo sería un fuerte espaldarazo a la globalización en crisis después de los años de Trump. Como dice Keisuke Hanyuda, CEO de Owls Consulting Group Inc, un exfuncionario del Ministerio de Comercio japonés involucrado en negociaciones de libre comercio: "El acuerdo RCEP crea un impulso de libre comercio y transmite el mensaje de que el mundo está regresando a la globalización, lejos del proteccionismo impulsado por Trump" [1].

En la misma longitud de onda, los medios de comunicación chinos no se han quedado atrás y han descrito la firma de la RCEP como un éxito del multilateralismo, una antítesis de las medidas proteccionistas adoptadas por los Estados Unidos bajo Trump contra la República Popular. Por su parte, aprovechando el momento, el presidente chino Xi Jinping dijo el pasado viernes en la cumbre virtual de la APEC que está abierto a unirse al pacto comercial de la Asociación Transpacífica (TPP por sus siglas en ingles). Continuando la propaganda china que se presenta a si mismo como campeón de la globalización, dijo: “Debemos mantenernos tan decididos como siempre a apoyar el sistema de comercio multilateral con la Organización Mundial del Comercio en su núcleo, promover el comercio y la inversión libres y abiertos, y hacer que la globalización económica sea más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos ... Se necesitan esfuerzos continuos para seguir adelante con la integración económica regional” [2]. Éste discurso de los medios como del presidente chino busca mejorar la imagen de Pekín en el extranjero y rechazar las crecientes críticas expresadas por los EE. UU. y los imperialismos europeos sobre los obstáculos que encuentran las empresas extranjeras que operan en el mercado chino.

Mucho ruido, ¿pocas nueces?

Sin embargo, detrás de estos números y declaraciones pomposas, las cosas son más complejas. Mucho se ha escrito sobre que la RCEP abarca casi un tercio de la población y el PBI del mundo. Lo que se dice menos es que el acuerdo es relativamente modesto en su alcance. Económicamente, su principal logro es imponer cierto orden en la infinidad de acuerdos comerciales bilaterales existentes entre sus miembros mediante la armonización de las listas de aranceles y las normas de origen del comercio regional [3].

A su vez, el RCEP es ciertamente menos ambicioso que la Alianza Transpacífica, o TPP, el pacto de 12 naciones negociado como el buque insignia del "pivote hacia Asia" del expresidente estadounidense Barack Obama y firmado a principios de 2016. El TPP, que no incluía a China, no sólo pretendía eliminar casi todos los aranceles sobre los bienes comercializados entre sus miembros, sino que también liberalizaba el comercio de servicios. Y establecía estrictas normas comunes para la regulación laboral y ambiental, la política de competencia, los subsidios estatales, la propiedad intelectual y la economía digital. Este último ítem fue particularmente decepcionante ya que los 15 países no pudieron acordar ninguna norma sobre los flujos de datos transfronterizos ni una moratoria aduanera sobre la transmisión de datos. A otro nivel, la renuncia de la India da testimonio de la elección de Delhi, que ahora ve a China como una fuente de amenazas más que de oportunidades, incluso en el ámbito económico. Ésta había decidido retirarse el año pasado de las negociaciones debido a la preocupación de que bienes baratos chinos pudieran inundar su mercado.

Desde un punto de vista estrictamente económico, podemos decir que el gran ganador es Japón. Es que a cambio de poder presentar una victoria política en el terreno comercial en momentos de la disputa con los EE. UU., Pekín se vio obligado a hacer muchas concesiones. Así, por ejemplo, el 86% de los productos industriales japoneses exportados a China estarán libres de impuestos. El presidente de Toyota Motor, Akio Toyoda, en su calidad de presidente de la Asociación de Fabricantes de Automóviles de Japón, emitió un comunicado el lunes diciendo que la entidad empresarial "da la bienvenida" a la RCEP, y dijo "Para la industria automotriz japonesa, que opera a escala global, el acuerdo RCEP apoya sistemáticamente la creación de una cadena de valor avanzada en la región Asia-Pacífico" [4]. Sobre todo, Tokio podría evitar que Pekín dicte por sí solo las normas internas de la zona de libre comercio y lograr un consenso en el Asia sudoriental. En 2020, la ASEAN superó a la UE como principal socio comercial de la República Popular, pero la inversión japonesa en esta parte del mundo sigue siendo superior a la inversión china.

Último elemento, hay que tener en cuenta que las empresas chinas que esperan una rápida conquista del mercado del sudeste asiático no siempre están preparadas para la competencia que encuentran de otras empresas, tanto internacionales como locales. A esta conclusion es la que arriba Huang Yan, profesor de administración pública en la Universidad de Tecnología del Sur de China, que ha estado investigando las experiencias de las empresas chinas en el sudeste asiático desde 2017. En una reciente entrevista plantea: “Muchos empresarios y consumidores chinos asumen eso, porque el ingreso per cápita del sudeste asiático es bajo y el poder de consumo local es limitado, por lo que los productos chinos de bajo precio serían altamente competitivos. Este es otro malentendido. Por ejemplo, basta observar los altibajos en la fabricación de motocicletas chinas en Vietnam. Vietnam es el cuarto mercado de motocicletas más grande del mundo. Inicialmente, empresas japonesas como Honda y Yamaha prácticamente monopolizaban las ventas, pero en la década de 1990, las empresas chinas de motocicletas intentaron hacerse un lugar. No solo contaban con mano de obra y materias primas baratas, sino que su relativa proximidad a Vietnam también hizo que la importación de productos terminados fuera significativamente más barata , y rápidamente pudieron hacerse un hueco en el mercado local. Pero pronto, estas empresas se vieron envueltas en una guerra de precios cruel, que resultó en un severo deterioro tanto de la calidad del producto como de los servicios de posventa. Algunas marcas de motocicletas chinas ahora solo tienen una vida útil de unos pocos años, y los servicios de posventa son extremadamente limitados. A medida que la actitud de los consumidores hacia las motocicletas chinas cambió, su participación en el mercado también se redujo, y las marcas japonesas han experimentado un resurgimiento. Irónicamente, muchos de estos vehículos japoneses se producen en fábricas chinas” [5]. Y el mismo autor concluye, generalizando: "Finalmente, existe desde hace tiempo la creencia en algunos sectores de que el sudeste asiático está ‘atrasado’. Los últimos años han sido testigo de debates en China sobre cómo lidiar con el exceso de capacidad de producción del país, y hay quienes simplemente asumieron que el sudeste asiático podría ser un vertedero para el exceso de productos. Esa mentalidad debe cambiar. A medida que el capital chino sale al mundo, debe tener cuidado de no volverse sobre sí mismo. Eso es cierto tanto para las empresas privadas como para las empresas estatales: demasiadas empresas terminan involucradas en guerras territoriales o de precios. El resultado final es una reputación de bajo precio y calidad; algunos incluso llegan a violar la ley”.

El mensaje a Estados Unidos de los aliados a través de la firma del RCEP

Pero más allá de su alcance real a nivel comercial, la importancia del acuerdo reside en otro lado: la verdadera cuestión que el RCEP pone de manifiesto es la relación de los EE. UU. con sus principales aliados, en particular Japón y Australia.

En los últimos años, Washington ha avanzado en la contención la República Popular China. No sólo militarmente, incluido el reforzamiento del control de los mares, sino también la guerra comercial, la presión a la relocalización de empresas, el obstáculo a la exportación de tecnología con el objetivo de aniquilar a China. En este marco, el mensaje que los aliados de EE. UU. envíen a éste es que no están de acuerdo en llegar hasta ahí, quieren la seguridad de los EE. UU. frente a China, no una guerra contra ésta. En términos económicos se oponen a las prácticas agresivas y a la competencia desleal de Pekín y sus empresas estatales, pero no quieren que éste enfrentamiento comercial termine en un fuerte desacoplamiento de las cadenas de valor mundial, que en el caso de Japón significaría un enorme costo. Por ejemplo la existencia de una economía digital china implicaría la duplicación de las redes de producción de las principales empresas del mundo, uno liderado por los Estados Unidos y su Silicon Valley y el otro en China con el apoyo directo del Estado. Ésta división tendría consecuencias considerables para un país como Japón: China no sólo es el primer socio comercial, sino también el lugar donde tiene lugar una parte fundamental de la fabricación de muchas industrias nacionales. Si la creación de dos ecosistemas digitales diferentes realmente se llevara a cabo, Japón y otras potencias industriales se enfrentarían al dilema de si abandonar el mercado chino o duplicar sus sistemas.

Para hacer frente a este potencial peligro, Tokio prefiere proponerse como intermediario entre los Estados Unidos y China, en un esfuerzo por forjar normas compartidas sobre la economía digital. Más en general, Tokio y Canberra quieren seguir haciendo negocios con Pekín, pero sin renunciar al paraguas de seguridad estadounidense. Es que mientras nadie puede negar el retroceso de los Estados Unidos en el plano económico en la región, la realidad es que el sistema de seguridad de Asia sigue estando dominado por los EE. UU., que mantiene varios acuerdos de defensa regional y alianzas formales con Japón, Corea del Sur, Filipinas, Tailandia, Australia y Nueva Zelanda. Estas se complementan con asociaciones de seguridad con India y Singapur y con relaciones en evolución con Vietnam, Malasia e Indonesia. China, por el contrario, no tiene aliados en tratados regionales, excepto Corea del Norte.

Más aún, frente al rápido ascenso militar chino los EE. UU. están expandiendo y profundizando su red de alianzas. La oportunidad más prometedora para Biden es transformar el Diálogo Cuadrilateral (entre EE. UU., Japón, Australia e India) en un verdadero acuerdo de seguridad. La inclusión de estos cuatro países en el ejercicio naval Malabar de éste mes en la Bahía de Bengala insinúa el potencial militar de esta asociación aún en estructuración. Por su parte, el pasado octubre, la India firmó un acuerdo por el que obtuvo acceso a mapas e imágenes satelitales estadounidenses avanzadas, lo que constituye una prueba más de la reorientación estratégica de Nueva Delhi hacia Washington. De su lado, el Pentágono tiene claro que los EE. UU. deben trabajar más estrechamente con sus aliados y socios: el Comando Indo-Pacífico de los Estados Unidos solicita 20.000 millones de dólares adicionales en 2022-26, en parte para pagar los ejercicios regionales conjuntos y los centros de intercambio de inteligencia. En la pasada semana, Japón y Australia han llegado a un acuerdo de principio para firmar el Acuerdo de Acceso Recíproco, que permitirá que sus tropas se instalen en el otro país y realicen más ejercicios conjuntos. Sería el primer acuerdo de este tipo en el Japón posbélico, desde el acuerdo de cooperación militar de 1960 con los Estados Unidos. Como vemos, una estrategia para nada pacífica y en violación de los límites de la Constitución del país.

Una muestra más de que las diferencias entre los aliados no son que Japón utiliza tácticas pacíficas, mientras los EE. UU. usan medios agresivos, sino que Tokio quiere usar el creciente asedio político, militar y tecnológico hacia la República Popular como un arma no para aniquilar a Pekín, sino para encuadrarla. El hecho de que Tokio lidera el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés, en vigor desde 2018) y le gustaría involucrar a los EE. UU. en el TPP [6] de nuevo, lo confirma.

En este marco, la futura opción de la próxima administración norteamericana será decisiva en la forma que adquirirá el asedio a la Republica Popular. En lo inmediato, es poco probable que Biden se centre en éste tema tan pronto cuando asuma el cargo, en el marco que ha prometido que dará prioridad a la lucha contra la epidemia de coronavirus y a la recuperación económica de los EE. UU. Además, una parte de la población estadounidense se opone a los nuevos acuerdos comerciales porque teme que dañen a su economía, que es la fuerza considerable del trumpismo, en especial en Medio Oeste, región que también fue decisiva en la victoria electoral de Biden. Sin embargo, no se excluye que a mediano plazo Washington vuelva a complementar la contención militar de China con iniciativas económicas multilaterales. Pero como consecuencia del legado del trumpismo en la escena internacional, expresión de un realineamiento estratégico de parte de la elite económica y especialmente del establishment tecnológico-militar al interior de los EE. UU. en oposición al dominio exclusivo de los sectores globalistas del gran capital, un futuro "pivote hacia Asia" 2.0 será mucho más duro que el de Obama tanto en los mares de China y más centrado en la colaboración comercial con los aliados en el Indo-Pacífico, que aún no están dispuestos -o no pueden- abandonar el mercado de la República Popular China. Una perspectiva que no augura para nada un supuesto dominio de Pekín en la región del Asia-Pacifico mediante pacíficos acuerdos comerciales que algunos observadores superficiales celebran anticipadamente sin mucho fundamento.

Notas

[1] https://www.japantimes.co.jp/news/2020/11/16/business/economy-business/japan-rcep-joe-biden-us/

[2] https://asia.nikkei.com/Politics/International-relations/Xi-says-China-will-consider-joining-TPP

[3] Esto significa un cambio fundamental con respecto a las “…reglas de origen, los criterios que determinan dónde se fabricó un producto. Todos los acuerdos comerciales de la Asean tienen diferentes reglas de origen, por lo que, por ejemplo, si una empresa en Indonesia fabrica una bicicleta, podría ser elegible bajo un acuerdo de libre comercio con Japón, pero necesitaría diferentes componentes para ser elegible bajo un acuerdo con Corea del Sur. RCEP barrerá todo eso”. “Cuando se fabrica un producto para RCEP, funciona para los 15 países. Y solo necesita una hoja de papel”, dijo Deborah Elms, directora ejecutiva de la consultora Asian Trade Center en Singapur. Citado de https://www.ft.com/content/2dff91bd-ceeb-4567-9f9f-c50b7876adce

[4] https://www.wita.org/blogs/five-rcep-takeaways/

[5] https://www.sixthtone.com/news/1006458/can-chinese-companies-make-it-in-southeast-asia%3F

[6] Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) el cual fue suscrito por 12 países el 4 de febrero de 2016. Con la asunción de Trump, Estados Unidos se retiró en enero de 2017.

source : La Izquierda Diario

Printed from: https://www.bilaterals.org/./?va-china-a-conquistar-asia