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Colombia: Cambiar el modelo

Colombia: Cambiar el modelo

Por ANDRÉS MOLINA ARAÚJO, 8-4-15

Desde la cacareada apertura económica de Gaviria, profundizada en los dos cuatrienios de Uribe, y continuada por Santos, Colombia le apostó a un modelo exportador fundamentado básicamente en la venta de materias primas y recursos naturales no renovables (petróleo y minerales). Para ello, el país en las últimas dos décadas firmó un sinnúmero de tratados de libre comercio que fueron promocionados como la panacea para impulsar nuestra economía. La idea era que si Colombia abría su mercado al mundo, el mundo a su vez abriría sus puertas de par en par a nuestros productos.

Pero tras tres décadas de vigencia de este modelo, el resultado no puede ser más paradójico: en nuestra balanza comercial se ha consolidado la tendencia a ser deficitaria, es decir, a que es mayor la cantidad y valor de lo que importamos frente a lo que exportamos, que, tristemente, está concentrado en pocos productos (café, carbón, petróleo y ferroníquel). Las cifras no mienten. Según el Dane, en el periodo enero a octubre de 2014, el déficit en balanza comercial registrado ascendía a la suma de USD3.596 millones, cifra que no se presentaba desde 1980, cuando entonces el déficit llegó a los USD3.004 millones.

Adicionalmente, el ritmo de crecimiento de las importaciones es mayor que el de las exportaciones, que suelen concentrarse en pocos mercados (Estados Unidos y China, principalmente), a pesar de los múltiples TLC firmados y en vigencia. El caso más dramático es el del sector agropecuario, en el que el país pasó, en menos de 20 años, de ser autosuficiente en varios productos (cárnicos, lácteos y cereales como el arroz) a mero importador de los mismos. El mejor ejemplo de ello es que gran parte de un plato tan típico como la bandeja paisa es hecha con productos foráneos: fríjol y ajos chinos, arroz y plátanos ecuatorianos y arepa hecha con maíz argentino. En los lácteos, importamos leche en polvo y lactosuero de la Unión Europea y de países tan distantes como Nueva Zelanda, cuando no mucho tiempo atrás éramos potencia lechera. Hasta café, insignia nacional, hemos llegado a importar de Brasil y Centroamérica. ¡El colmo!

En este sentido, la consigna bandera del modelo (exportar o morir), ha arrojado lo segundo. Hemos muerto en el intento, porque nuestro modelo exportador tocó fondo y ya no admite más enmiendas. Es hora de cambiarle por un nuevo modelo que privilegie los productos con valor agregado y no la simple exportación de materias primas. En otras palabras, una política industrial bien diseñada que saque de la recesión las manufacturas colombianas, golpeadas por años de revaluación del peso.

El gobierno Santos tiene (al igual que el de Uribe) un alto grado de responsabilidad en el fracaso de este modelo, porque apostó todos los huevos de la canasta al desempeño de la locomotora minero-energética, la cual pasa por su peor momento debido a la caída de los precios internacionales del petróleo y del carbón. En el último trimestre del 2014, la minería decreció un 3% y el panorama para el año en curso es poco alentador.

Si a esto se le agregan las recientes presiones inflacionarias y una tasa de cambio que pasó, en menos de seis meses, de estar entre las monedas más revaluadas del mundo (USD1= $1.850 - $1.900) a una con las de mayor devaluación (USD1 = $2.500), resulta claro que se requiere un timonazo general en nuestra política económica, que aproveche en algo la nueva coyuntura de un dólar caro favorable a nuestras exportaciones. En síntesis, no cambiar la dirección cuando se ha visto el iceberg es la receta perfecta para un naufragio anunciado.

aamolina5@hotmail.com


 source: El Heraldo